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SOCIEDAD

1 de abril de 2012

Padre Ignacio: "Yo sé que tengo un don especial de Dios que no puedo explicar"

Entrevista exclusiva con el carismático sacerdote que congrega multitudes en barrio Rucci. El padre Ignacio admite que "hay cosas" que puede percibir al dialogar con la gente. Asegura que descubrió esa cualidad cuando tenía entre 12 y 14 años.

 

Es de noche, el padre Ignacio llega acompañado por Guillermo, su colaborador más próximo, quien abre las puertas de un pequeño comedor junto a la parroquia Natividad del Señor, en el corazón del barrio Rucci. Saluda a todos los que cruza en su camino, entra a la iglesia y a paso rápido se dirige al encuentro de LaCapital para conceder por primera vez a este medio una entrevista en exclusiva en la que no eludirá ningún tema. "Sé que tengo un don especial de Dios que no puedo explicar", admite consciente de que ese "don" es el que congrega a miles de personas cada día que aguardan horas para esperar su bendición. "Hay cosas que puedo percibir ... puedo darme cuenta si se trata de un dolor físico, psíquico o espiritual", señala.

 

Abierto, sencillo, franco. El padre Ignacio Peries logra que quienes están con él se sientan cómodos y el diálogo fluya ameno. Y aunque su fama crece cada vez más, no se siente el centro de nada, ni lo quiere ser. Remarca que es "un instrumento" para ayudar a los demás y reniega del rótulo de "cura sanador". "Yo nunca curé a nadie, quien sana es Dios y la fuerza de la fe del enfermo", sostiene.

 

-¿Pero usted tiene un don especial?

-Sí, sé que Dios me dio una gracia, pero no puedo explicar en qué consiste. Va más allá de mis conocimientos. Soy un instrumento, yo nunca sané a nadie. El que cura es Dios. Yo invoco la gracia y luego la fe de la persona interviene. Es como dijo Jesús: "Tu fe te salva". Yo nunca dije que soy sanador, nunca. Sé que digo cosas a la gente o que toco el lugar donde hay un problema, y hay muchos testimonios de sanación y de gente que viene a agradecer, pero la sanación la hace Dios y depende en gran medida de la fe de esa persona.

 

-¿Ve algo cuando una persona se acerca a recibir su bendición?

-Hay cosas que puedo percibir, pero también muchos me dicen lo que necesitan: si están enfermos de cáncer, si buscan trabajo o si quieren un bebé. Yo puedo darme cuenta si se trata de un dolor físico, psíquico o espiritual. Después actúa Dios. Mi vocación es despertar la fe para que a través de ella la persona encuentre la solución que necesita. No se trata de abrazar, consolar, emocionar o desmayar. No es un consuelo físico lo que puedo dar sino espiritual. Lo más importante es eso, lo demás (desmayos, lágrimas) es secundario.

 

-¿Qué pasa si quien se acerca no tiene fe o no es católico?

-La sanación depende mucho de la fe, pero cuando quien llega a mi viene con humildad y me dice «Padre, soy ateo, no creo, no pertenezco a la Iglesia», yo sé que él también puede sanar, porque de alguna forma pide o cree que existe algo más allá de lo humano, que nosotros llamamos Dios, Dios Padre, Jesús. Respeto mucho a las otras religiones, porque si bien no son iguales que la Iglesia Católica Apostólica Romana, todas tienen su forma de buscar a Dios.

 

-¿Cómo se dio cuenta de que tenía un don?

-(Piensa) Me di cuenta... cuando tenía 12 ó 14 años, pero no fui totalmente consciente. Me pasaron varias cosas con los enfermos de mi pueblo. Cuando tenía 12 el párroco me invitó a visitar a los enfermos y cuando yo los tocaba me decían "padre, padre". La primera vez fue con una viejita ciega que nos conocía de toda la vida, pero cuando yo la toqué me dijo "padre". Le respondí: "No, no soy el padre", pero ella me contestó: "Tu mano tiene calor sacerdotal". Yo me asusté y no quise volver. Pero un año más tarde me pasó lo mismo con otro señor que estaba medio ciego. Otra vez, lo toqué y dijo "padre". Esta vez el párroco estaba conmigo y le dije que el padre estaba allí, que yo sólo era un amigo. El viejito me dijo: "Tu mano tienen calor sacerdotal". Entonces el cura fue muy bueno y me explicó que tal vez Dios tenía una vocación para mí y que podría ser el sacerdocio.

 

-¿Y en qué momento empezó a ejercer ese don?

-Yo tenía ciertos miedos. Cuando entré a la facultad (estudiaba derecho) me fui a otra ciudad y volvía a mi casa en vacaciones. Una vez mi papá me pidió que ayudara a los chicos del pueblo en las materias escolares porque no podían pagar una maestra particular. No me gustó y me enojé. Y ahí fue cuando mi papá me miró y me dijo: "Dios te dio tanto... Aprende a compartir al menos así" (hace un gesto para indicar un poquito). No hablé más y lo hice. Cumplí porque me lo había pedido mi padre, le tenía mucho respeto. Cuando volví a la facultad un día recibí un sobre muy grande que tenía 40 cartas. Eran de los chicos que me agradecían lo que les había enseñado. Todos habían aprobado matemática y lengua con buenas notas. Esa experiencia me cambió. Ahí me di cuenta que podía dar algo de mí para mejorar la vida del otro y ahí empezó mi proceso vocacional. Me fui a Inglaterra al seminario y desde el día en que me ordené sacerdote, en Gales, comenzó a desarrollarse más este don.

 

-¿Qué dolor es el que más ve en la gente?

-El ser humano sufre mentalmente, psíquicamente, emocionalmente y también hay muchos problemas familiares que producen dolor.

 

-¿Todos estamos enfermos?

-En cierta medida sí, porque sufrimos por algo, un cáncer, la falta de trabajo, un hijo con algún problema...

 

-Después de ver tanto dolor, ¿no termina afectado?

-No, creo que Dios me dio la gracia de sentir el amor del otro, también por cosas que pasé en la vida. A veces me duele ver tanta gente que sufre, que busca la última esperanza de vida, pero no me afecta mi estado físico ni psíquico; al contrario, me produce una gran alegría poder ayudar a la gente, a la que atiendo con todo amor.

 

-¿Se siente especial por tener ese don?

-No, yo soy uno más, como los demás. Cada uno tiene sus dones y a mí Dios me eligió para esto, no fui yo quien lo decidió. Estoy agradecido pero también sé que tengo una gran responsabilidad y me preocupa la expectativa que tiene la gente. Siempre aprendí a caminar en la tierra, no a volar en el cielo. Hay que tener en claro que no soy un ángel, ni un dios, ni un extraterrestre, soy un ser humano más. Hay gente que habla de dones y los explica, pero yo personalmente no sé cómo hacerlo, habría que entender la cabeza de Dios.

 

Fuente: Diario UNO Santa Fe

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Comentarios

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LILIAN

Comentario
QUE DIOS TE BENDIGA POR SIEMPRE, PADRE IGNACIO!!

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