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INTERNACIONALES

2 de enero de 2012

Sin festejos y en su momento más crítico, el euro cumplió 10 años

La moneda única que utilizan 17 países, considerada hasta hace poco un gran logro de la unidad europea, atraviesa su peor crisis. Con duras medidas de ajuste en casi todas las naciones miembros, los líderes vaticinan un 2012 aún más duro.

 

¿Qué es esta entidad europea a la que proclaman indispensable los políticos que dirigen aquellos países donde está en vigencia, cuyo futuro abominan muchos economistas, y de la que quieren deshacerse la mayoría de los ciudadanos que lo tienen en el bolsillo? Es el euro, la moneda única considerada el logro más tangible del sueño de la Europa Unida, que permitiría comparar precios, combatir la inflación, alentar inversiones y otras maravillas. A diez años de su debut, vigente hoy en 17 países, el euro atraviesa su momento más crítico .

Todo funcionó mientras los países más desarrollados se convencieron cada vez más de que el único sistema viable, después del colapso del comunismo, era un capitalismo que trepaba en una ola de prosperidad que no cedía.

Mientras tanto, los bancos como corazón del sistema no sabían cómo ganar cada vez más plusvalías y bonos suculentos para los más altos ejecutivos. Llegaron a forzar desregulaciones que abrieron las puertas a manejos cada vez más delictivos hasta que se llegó a los productos tóxicos, llenos de valores “truchos” de los que nadie respondía pero convenientemente “tapados” por otros menos dañinos.

Los “tóxicos” asfixiaron el sistema financiero norteamericano y se difundieron por el mundo. En 2007 aparecieron los primeros indicios de que la burbuja explotaría y al año siguiente estalló una crisis sistémica que agobia cada vez más al mundo desde entonces.

El capitalismo incontrolado, salvaje, moría de su propio éxito .

La fiesta se había acabado. En el mercado financiero normal, que se creía imposible de controlar y cuando más “libre” mejor, el vendedor sabía lo que suministraba a un comprador que sabía lo que adquiría. Ahora nadie sabe lo que compra y, lo peor, tampoco sabe lo que vende.

Los bancos se derrumbaron. Los Estados comenzaron a inyectarles dinero con toda prisa. Al mismo tiempo la crisis desató una desocupación que continúa trepando, cayó el consumo y se hundió la confianza. El mundo capitalista más avanzado entró en una barranca abajo que acaba de inaugurar otra pendiente: el año que llega será peor que el anterior . Habrá otra recesión, más ajustes, y como consecuencia bajará el consumo y aumentará la desocupación.

El euro, que entró en vigencia el 1° de enero de 2002, ha sido una de las grandes víctimas de este tsunami histórico que arrasa con todo. Había sido creado con las mieles de la prosperidad y ahora los mecanismos fallaban . Había moneda única pero no fiscalidad única y otros mecanismos para el desarrollo sano de una moneda cuando llegan las vacas flacas.

El balance en España, por ejemplo, armoniza con los consumidores que acusan a la moneda única de haber encarecido los precios en relación con la añorada peseta. El incremento del costo de vida se estima, en estos diez años, en un 48% mientras los salarios aumentaron entre el 14% y 16%.

El encarecimiento medio según los datos del Instituto Nacional de Estadística, sitúan un incremento medio del 40% en transporte, hotelería y enseñanza, un 31,3% en alimentos y un 26,2% en ropa y calzado.

Cuando llega el momento de conmemorar el décimo aniversario del euro, en vez de baile aparece un velorio modesto como lo exigen los tiempos. La Comisión Europea anunció que no habrá ninguna celebración.

En un fin de año cargado de cumbres y debates sobre cómo salvar a la moneda única en medio de las dramáticas crisis de deuda de varios países, la Comisión Europea señaló sin embargo que el euro tiene un largo futuro por delante y continúa atesorando la confianza de los mercados. De lo que piensan los ciudadanos ni una palabra, como siempre.

Cuando terminó la segunda guerra mundial que devastó Europa a niveles increíbles quedaban 60 millones de muertos, el Holocausto, la bomba atómica, la plena realidad de lo inhumano.

De inmediato, los europeos occidentales se pusieron a inventar algo, lo que fuera, para evitar otro episodio que, después de Hiroshima y Nagasaki, adivinaban con certeza que sería atroz y quizás definitivo para los humanos.

Hubo cinco pactos hasta llegar al Tratado de Roma en 1957 y de la Unión diez años más tarde, elecciones parlamentarias (1979) y el Tratado de Maastricht en noviembre de 1993.

Ahora dos grandes bancos internacionales han contratado expertos para diseñar los mecanismos para cumplir si el euro se rompe. Parece una pesadilla pero no hay garantías de que no suceda.

El primer presidente de la Comisión Europea, Jacques Delors, (1985-1995) ha sido uno de los más críticos con la Eurozona. “Abramos los ojos: el euro y Europa están al borde del precipicio”, dijo en agosto, y en diciembre aseguró que la zona euro fue defectuosa desde su creación, pues no se tuvieron en cuenta las debilidades y los desequilibrios en las diferentes economías.

Hasta el titular del Banco Central Europeo, Mario Draghi, advirtió a la Eurozona del alto riesgo que conllevaría que un país abandonara el euro, unas declaraciones consideradas tabú para alguien que ocupa la jefatura de la institución monetaria del bloque. Después aseguró que no tiene “ninguna duda sobre la fortaleza del euro, su permanencia irreversible”.

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