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15 de febrero de 2012

Dos curas colombianos pagaron a sicarios para ser asesinados

Colombia está conmocionada por el giro de la causa que investiga la muerte violenta de dos sacerdotes, porque se develó en audiencia pública que no se trató de un asalto sino de un pacto de muerte entre la pareja de religiosos, que contrató a dos sicarios para que los ejecutaran y uno de cuyos integrantes tenía una enfermedad de transmisión sexual incurable. Los sacerdotes Rafael Reátiga Rojas y Richard Píffano, que tenían una relación sentimental y visitaban centros nocturnos gays, aparecieron muertos dentro de un automóvil el 27 de enero de 2011.

 

Los investigadores de la Fiscalía siguieron la pista a las llamadas telefónicas hechas por ambos pocas horas antes del ataque a balazos y llegaron a una banda de sicarios, dos de cuyos miembros fueron arrestados y dieron su versión de los hechos.

 

Según el diario bogotano El Tiempo, los sacerdotes habrían hecho un pacto de muerte luego de que a Reática Rojas se le diagnosticó que tenía HIV y sífilis, en noviembre de 2010, según dijo en la audiencia pública la fiscal antiterrorismo, Patricia Larrota.

 

A partir de este diagnóstico Reática Rojas y Píffano contemplaron la posibilidad de arrojarse al vacío en el cañón de Chicamoya, en Bucaramanga, "pero como la vía estaba con barandas de contención no habían sido capaces y (por lo tanto) la única opción que veían era la de buscar una persona que cegara sus vidas", sostuvo la fiscal Larrota en la audiencia pública, citada por Radio Caracol.

 

Desechada esa opción, aparentemente decidieron contratar a pistoleros a quienes pagaron 15 millones de pesos (unos 8.400 dólares).

 

La hipótesis del robo empezó a perder peso para los investigadores cuando se estableció que Reátiga y Píffano, los dos de 30 años, pusieron sus asuntos personales en orden y cancelaron todos los compromisos que tenían para después del 26 de enero.

 

Uno de ellos canceló ceremonias de bautismo que debía presidir, mientras que el otro escrituró todas sus propiedades a nombre de su madre, según medios colombianos.

 

Las autoridades detectaron la señal del teléfono móvil de uno de los sacerdotes y capturaron a un hombre que lo estaba usando, quien confesó que participó en el crimen.

 

Reatiga Rojas contactó a Isidro Castiblanco Forero, alias "Gallero", cuando portaba un arma en una tienda en la que el padre vendía bonsais, lo citó la tarde del 25 de enero, le pidió que contactara a una tercera persona, Gildardo Eduardo Peñate Suárez, alias "Gavilán", y acordaron el pago. Al día siguiente fue el asesinato.

 

"El interrogatorio de Gallero versó en que los sacerdotes manifestaron que ellos iban a pagar su muerte porque ya habían tomado muchas opciones y no lo habían podido hacer", relató la fiscal.

 

Además, se conoció que el día del asesinato el padre Píffano le dijo a su secretaria, Diana Marcela, que consiguiera un sacerdote para la misa de la tarde; y lo propio hizo el padre Reátiga Rojas con su secretaria Liliana.

 

Igualmente, la Fiscalía corroboró que el 5 de enero Reátiga Rojas se acercó a Finandina y suscribió una constancia de enajenación y el padre Píffano fue al banco BCSC retiró la suma de 6 millones 500 mil pesos colombianos, quedando muy poco dinero en su cuenta.

 

También se estableció que en sus últimos días el padre Rafael no sólo se había visto desmejorado de salud y le pedía a los feligreses que oraran mucho por él, sino que hablaba de su muerte.

 

Manifestó que la pianista de la iglesia señaló que él le dijo que en su entierro le gustaría que cantaran ciertas canciones y le entregó un listado.

 

Castiblanco aceptó cargos como cómplice de homicidio agravado, pues finalmente no intervino directamente en el asesinato, y porte ilegal de armas, mientras que Peñate no aceptó los delitos imputados.

 

La Fiscalía solicitará medida de aseguramiento en su contra, que será decidida por el juez 31 de Control de Garantías, David Gutiérrez Camacho.

 

Los familiares de los sacerdotes, en tanto, recibieron con profunda indignación la tesis de la Fiscalía, según reseña Radio Caracol, pidieron la exhumación de restos y rechazaron la hipótesis del pacto de muerte.

 

"Queremos saber detalles de ese informe; no creemos las cosas que dicen. Ellos eran buenos compañeros, amigos y habían estudiado juntos, pero nunca como para pagar para que los mataran", dijo Fabiola Píffano, hermana del padre Richard Píffano.

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